Explorar para sentir
Fernando García Aguinaco.
Comencé a escribir estas líneas cuando percibí la agradable amplitud en las sienes que suelo sentir al tomar café.
Una vez leí que la satisfacción que nos da el primer trago de café es un vislumbre de moksha, la liberación final a la cual aspiramos con la práctica de yoga.
La mayoría de los que practicamos yoga no lo hacemos en busca de esa emancipación final del alma. Al menos no, en un principio. Si nos enganchamos con la práctica es porque nos hace sentir.
Hace años en un entrenamiento de maestros, la maestra nos preguntó por qué practicamos yoga. Mi respuesta fue: para sentir.
Sentirnos más en armonía con nuestro entorno, sentir el vigor y confianza en nosotros mismos que nos da la práctica de posturas de pie, experimentar la súbita explosión de alegría que da abrir el pecho, pero también sentir la inmensa frustración que nos da una complicada, o no tan complicada, extensión al frente. Incluso podemos experimentar la transformación que con observación y paciencia puede ocurrir desde la frustración a la alegría, al mantener durante más tiempo esa misma postura complicada.
Para sentir esta transformación a veces basta una inhalación más, una exhalación más larga, una manera distinta de entrar a la postura o repetir varias veces una acción.
En la primera clase que tomé con Prashant Iyengar, en el Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute en India en noviembre pasado, nos dijo: ¡Cómo pueden explorar si solamente hacen una vez la postura!
Desde un enigmático origen, el universo se ha transformado de ser una confusa nube de polvo cósmico a las preciosas formas de las cuales hoy somos parte. Esto se ha logrado a través de la repetición de ciclos a lo largo de miles de millones de años. El universo está en continua expansión. De modo que cada repetición se realiza desde un sitio diferente. Esta evolución universal hacia la armonía se conoce en sánscrito como rta, el orden cósmico.
Dentro de nosotros existe un sofisticado microcosmos y al ser parte del vasto universo, tenemos esa misma facultad de evolucionar a partir de la repetición de distintos procesos hacia una mayor armonía.
Lavarnos los dientes, meditar, tomar la matutina taza de café, escribir, transportarnos, ocuparnos por nuestro bienestar y el de los demás, así como satisfacer la curiosidad de conocer son algunas de las muchas actividades que repetimos y nos hacen ser y sentirnos mejor.
Exploramos para conocer, viajamos para explorar y en esas exploraciones nos podemos conocer más. La práctica de yoga es un viaje constante y debe hacerse con la misma curiosidad con la que doblamos una nueva esquina. La esquina de una calle que caminamos por primera vez o la esquina que doblamos para marcar que en esa página del libro hay unas líneas que nos gustaría volver a atender.
Poder regresar de distintas maneras a un mismo sitio es un regalo al viajar. Releer el pasaje de un libro (o el libro completo) con la visión de conocer más de la trama o el tema profundizan el entendimiento. Estas vueltas nos ayudan a apreciar la magnitud, conocimiento y energía que ese sitio, idea y nosotros mismos tenemos.
Poder entrar a la misma postura durante una misma sesión es un regalo al practicar yoga. Percibir las diferencias al hacer varias veces adho mukha svānāsana, sentir la energía tras cinco minutos en sirsāsana (parado de cabeza) y luego percatarnos que después de hacer una variante, podemos mantener más tiempo la inversión. Hacer con otro enfoque, una vez más, utthita parsvakonasana y pararnos de pie otra vez, conscientemente, en samasthiti son maneras de discernir y ampliar la exploración a la hora de practicar āsanas.
Prashant Iyengar en su libro Organology and Sensology in Yogashastra nos dice que la palabra en sánscrito para los sentidos es Indriya; lo que pertenece a Indra, el rey de las deidades benévolas en el periodo védico.
La invitación para usar a los sentidos más allá de nuestro deleite y conectarnos con nuestra esencia y con algo más grande que nosotros; los demás, el universo, la tierra, el aire o el firmamento queda abierta a la hora de practicar āsanas y prānāyāma con consciencia y curiosidad.
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