El sol se acababa de poner. Meditaba en la playa de Mirissa, al sur de Sri Lanka. Un hombre vestido completamente de blanco se inclino frente a mi. Coloco dos varas de incienso encendidas. Abri los ojos, me saludo con la palmas de las manos frente al pecho, sonrio y se fue ligero.
Sin duda este ha sido uno de los momentos mas gratos vividos en Sri Lanka y en este viaje por el subcontinente indio.